Desde hace décadas, se nos ha vendido como justicia social la entrega de viviendas “gratuitas” a los más pobres. En la práctica venezolana, esto se transformó en una trampa financiera estructural hacia la pobreza: viviendas sin título de propiedad, sin obligaciones ni derechos reales, convertidas en pasivos muertos al servicio del control ciudadano de un partido político; un pozo sin fondo para el Estado.
Estas llamadas viviendas muertas —como he insistido en nombrarlas— son unidades construidas con dinero público que no generan su retorno, no estimulan el ahorro ni activan las distintas ramas económicas derivadas de las viviendas, ya que el asignado no puede mejorar, vender, alquilar, permutar, hipotecar ni heredar. Estas viviendas interrumpen el ciclo financiero esencial de un desarrollo inmobiliario: inversión → uso → repago → reinversión. El capital queda congelado, convertido en un cadáver financiero habitado.
En una inversión pública sana de viviendas, cada unidad debe generar la devolución de capital, intereses, pagos de servicios, contribuciones fiscales, mejoras y valorización urbana. El fondo del tema es que las viviendas construidas ayuden a financiar nuevas soluciones habitacionales. Pero en este modelo, el Estado construye sin recibir nada a cambio… una demencia financiera.
La solución es tan obvia como inaceptable para el socialismo controlador: titular la vivienda abre el mercado, se moviliza capital, se activa el mantenimiento y se consolida el patrimonio familiar. La vivienda deja de ser un pasivo congelado y se convierte en activo económico que fortalece el stock de capital nacional. El título de propiedad es más que un documento: es un certificado de libertad.
La transformación de un activo muerto a un activo vivo no es solo un imperativo económico; es un acto de justicia, dignidad y reconstrucción nacional. Cada conjunto habitacional es un cementerio financiero que ancla la miseria, bloquea el desarrollo y empobrece la nación. El próximo gobierno democrático debe iniciar su agenda social y económica CERRANDO EL CIRCULO FINANCIERO DE LA VIVIENDA